Ámbar era la ciudad más grande que hubiera existido jamás o que fuera a existir. Ámbar siempre había sido y siempre sería, y cualquier otra ciudad, en cualquier lugar, que existiera, no sería más que un reflejo de una sombra de alguna fase de Ámbar. Ámbar, Ámbar, Ámbar…Te recuerdo. Nunca volveré a olvidarte. Creo, muy dentro de mí, que nunca olvidé a través de todos estos siglos en los que vagué por la Tierra de Sombra, porque a menudo, durante la noche, mis sueños eran perturbados por las imágenes de tus verdes y dorados capiteles y tus majestuosas terrazas. Recuerdo tus anchos paseos y tus campos de flores, doradas y rojas. Recuerdo la dulzura de tus aires y los templos, palacios y lo agradable que tenías, tienes y tendrás.
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