Cada jornada del señor Gruñón consiste en pasear por la ciudad buscando pensamientos. En cuanto sabe que hay uno cerca, le silba y este se escabulle dentro de la mochila del señor Gruñón. Al regresar a su casa, después de dejarlos madurar unas horitas, el Recolector de Pensamientos planta los pensamientos de colores en su jardín. Al amanecer del día siguiente, los pensamientos se han convertido en unas flores extraordinarias que, en cuanto despunta el sol, se convierten en un polvo finísimo que el aire reparte por toda la ciudad.
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