Si la víctima ama la música y los crucigramas, parece lógico buscar en torno a esas aficiones para descubrir el nombre del asesino. Así lo piensa el célebre y astuto Ellery Queen, pero los hechos se empeñan en contradecirlo. Sin solución aparente, el enigma es sin embargo tan claro como un crucigrama del que se tienen las respuestas, y el lector se sorprenderá de no haberlo desentrañado hasta el imprevisible final.
Descripción
Descripción: Barcelona., 1972. 218 p, rústica, 17 x 11.5 cm.
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