No tengo yo la culpa ni la tiene mi discreto ateísmo, de que en Münster, en el siglo XVI, como en tantos otros tiempos y lugares, católicos y protestantes anduvieran despedazándose unos a otros en nombre del mismo Dios -In nomine Dei- con el fin de alcanzar, en la eternidad, el mismo Paraíso. Los acontecimientos descritos en esta pieza representan, tan sólo, un trágico capítulo de la larga y, por lo visto, irremediable historia de la intolerancia humana.
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